sábado, 27 de noviembre de 2010

VIII – SECUENCIAS





Te desperezas

como si al día

le quedase todavía

más luz de la que irradia.

Luego te deshaces en anhelos,

subes, bajas,

te contemplas y te amas,

frente al espejo…

Pero hay una sombra oculta

que oscurece tu aureola.

No la ves, pero te cierne.

Es tu encierro, tu jaula,

en la que se mueven tus sueños.

Te cepillas los dientes,

como siempre,

alisas tus cabellos…

Vuelves al espacio reducido

en el que cocinabas chocolate

con restos de ladrillos

diluidos en agua,

sobre conchas de berberechos.

Vas y vienes, sin horizonte,

y en tu cerebro,

te desperezas con el alba,

como si todavía

todo fuese nuevo.


Concha L. F.

jueves, 25 de noviembre de 2010

25 de NOVEMBRO



Coranzuelo



Cravoullo directamente no corazón.

Quedou alí, presa,

en silencio,

coa vida suxeita a aquel anzol.

E xa nunca máis puido fuxir.

Concha L. F.

lunes, 22 de noviembre de 2010

CUARTO BALEIRO



Empty room



"Adoitaba tremer cando alguén fixaba a vista nela. Sempre pensaba que acto seguido aparecería una palabra de censura, un insulto, un xesto de desprezo ou o que é peor, un golpe. Por iso, cando a muller do traxe azul se volveu cara ela, baixou a cabeza e protexeu o rostro coas mans.
A muller tocou levemente o seu ombreiro e díxolle:

- Por que non me contas unha desas historias que cada día foxen polo van da túa fiestra?"


Cada 25 de novembro facemos o reconto definitivo de tantas mulleres que deixan a súa vida colgada da fiestra da súa soedade. Elas son silenciosas e, desde o seu silencio falan dos seus medos. Falan cando xa a súa voz non se escoita, pois o cuarto que habitan, de repente, queda baleiro de vida.

E aí, nese van que encerra tanta violencia, queda suspendido o seu berro, afogado pola escuridade do corredor da morte.


Concha L. F.




viernes, 12 de noviembre de 2010

XXVII – INCONDICIONAL SIMPLE


Foto: "Literal"




Podría entrelazar, sin más preámbulos,

los dorados hilos que al horizonte asoman

y bordar sobre el polvo de una estrella

la sutil caricia que tu amor derrocha.



Podría susurrar, como hace ahora la brisa,

la palabra dulce que el ocaso ahoga,

la que tú, peregrino de mis sueños,

pronuncias al abrigo de las sombras.



Podría tejerte, paso a paso,

trama y urdimbre, con mi boca,

dejando entre las hebras de tu pelo

matices cálidos de serena aurora.



Podría no quererte, pero te quiero,

incondicional simple, silenciosa,

recostada en el diván de la noche,

donde nuestra piel reposa.


Concha L. F.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

VIII - SOBERBIA


Mis manos


“Discúlpame, no quería hacerlo”.

No querías,

pero lo has hecho.

De nada vale que te arrodilles

para pedir perdón

por tu incontrolable ego.

¿Falta de generosidad?

No, te sobra.

¿Sería, acaso, cobardía?

No, tampoco eso.

¡Demasiado villana esa palabra

y también el sentimiento!



Tal vez la inconsciencia

te ha llevado de la mano

por el camino infame

del reproche y…

Lo has hecho.



Ahora lo lamentas

y pides un perdón

que yo no tengo,

pues tampoco sé

si yo merezco perdón

por haber esperado

tu reverencia

en absoluto silencio.



Está claro, fue soberbia…

tuya y mía…

y sin perdón, por supuesto,

pues también yo soy,

ahora, soberbia,

al no querer concederlo.