jueves, 29 de octubre de 2009

XVIII - DESDE LA NIEVE

XVIII – DESDE LA NIEVE

Recorro el alba,
con los ojos todavía
pegados a la noche
que cae lentamente
sobre el rocío.
Han sido aquellas cartas
quienes me despertaron
de mi sueño…
Lejos,
con los dedos entumecidos
por la ausencia,
amoratados por el frío cortante
de la distancia,
dictó su agonía una simple frase:
“¡No me dejes solo!”
En compañía de fusiles y bayonetas,
rodeado de verdes sombras
adormecidas en sus garitas,
recorría también el alba,
con los ojos
pegados a sus lágrimas
y en un desesperado intento
por no sucumbir
de nuevo a la noche,
trazó sobre un papel
palabras de súplica
que volaron en el tiempo:
“¡No me dejes solo!”
Entonces sólo fui capaz,
desde la nieve,
de enviarle un beso,
un beso de papel que él guardó
como el más preciado de sus recuerdos.
Y el desván me dice que aquel papel,
hizo que a mis mejillas llegase su sonrisa
envuelta en un papel, con su aliento.

De "El desván sin telarañas" - 2009
A Recaredo